No debería decirlo, y sin embargo, ayer me lo pasé muy bien junto a ti. Solo tenía de tu persona abrazos de amigos, aquello que me veo a duras penas forzada a ser, y miradas que en un tiempo pedían a gritos mi presencia a tu lado.
Y con tu ilusión a cuatro ruedas y disfrazada de un niño pequeño que acaba de aprender a montarse en un patinete volví a enamorarme de ti, y a querer callarte a besos, sabiendo en todo momentos que la única razón de mi sonrisa es tu mera existencia.